Interesante resultó el repertorio que el ballet nacional de cuba escogió para su última temporada en el gran teatro de la habana “Alicia Alonso” los dos pasados fines de semana.
La variedad estilística, además de ecléctica, resultó difícil de clasificar: una obra contemporánea sobre un título romántico, “Le papillon”; un pas de deux contemporáneo con una innecesaria coda académica, “Double Bounce”, ambas piezas del coreógrafo canadiense Peter Quanz; un clásico del repertorio internacional, el dúo “Verla dormir” –que aquí asume el título “Las intermitencias de corazón”– del francés Roland Petit; la resurrección del inclasificable “Suite Géneris” del cubano Alberto Méndez; y el clásico –inadecuadamente llamado neoclásico– “Tema y variaciones” del ruso-norteamericano George Balanchine.
Este mosaico estilístico, lejos de ser negativo, es en extremo provechoso para desarrollar la política anunciada por la nueva dirección de la compañía: exhibir la variedad de la danza y desafiar a los muy jóvenes bailarines que la integran con diferentes formas de movimiento y representación escénica.
No me es posible analizar cada uno de los aspectos que conforman el hecho danzario de estas cinco piezas, por eso me limitaré solo a dos de estas obras, dadas sus características.
Comienzo por el pas de trois “Suite Géneris”, que bien puede tener la etiqueta “lo bueno no pasa”. Dormida por demasiado tiempo, la pieza de Alberto Méndez con más de 30 años de estrenada, no solo mantiene su vigencia sino que resultó el gran éxito de estas jornadas: rica cualidad de movimiento, aprovechamiento del espacio, polisemia interpretativa, ejecución virtuosa sin repetir modelos vetustos, selección adecuada de los elencos… y finalmente una estruendosa aceptación el público al descubrirla, que reclama seguir desempolvando nuestro rico repertorio de acuerdo con calidades y posibilidades, hasta tanto tengamos nuevos creadores nacionales. Y, por otra parte, reclamarle al aún vigente maestro que nos siga regalando con su vocabulario intemporal, dinámico… y nacional.
Una voz más que autorizada se refirió así a la creación de George Balanchine: “él nunca creó algo que fuera fácil de hacer”. Diga si no es autorizada la sentencia expresada por Alicia Alonso en una entrevista realizada en 1999, mientras supervisaba un ensayo del pas de deux de “Tema y variaciones” en Estados Unidos.
Esta pieza, creada para ella e Igor Youskevitch en 1947, como toda obra Balanchineana, es un desafío riesgoso, sobre todo para quienes no se han entrenado en el difícil “estilo Balanchine”, una manera de bailar –por demás– distante de nuestra escuela cubana de ballet.
Siendo un ícono del repertorio personal de Alicia, este ballet es una alta responsabilidad para nuestra compañía, amén de cualquier riesgo, sobre todo si es interpretado por bailarines en plena formación artística. De ahí que no se pueda juzgar con absoluto criterio su ejecución, no obstante el encomiable esfuerzo de incorporarlo al repertorio activo.
Pero creo necesario tratar de acercarse a lo que es Balanchine ahora, como con otros coreógrafos internacionales: tratar –por muy difícil que es, dadas las reglas que exigen los derechos de sus obras– de intercambiar con maestros y bailarines que dominen su estilo; y no dejar descansar joyas del ballet mundial y nacional para que las nuevas generaciones de bailarines…y de públicos, puedan acercarse a piezas del prestigio, la calidad… y la vigencia de “tema y variaciones” y “suite generis”.
Dr. Ismael s. Albelo
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