Diseños: Ricardo Reymena
Luces: Carlos Hernández
Este ballet se estrenó originalmente como un pas de deux en 1949, por los Ballets de París, de Roland Petit. En 1950, Dollar realizó una versión ampliada con el título The Duel (El duelo), para el New York City Ballet; y como Le Combat (El combate) se estrenó por el American Ballet Theatre, en 1953. En Cuba se ha presentado en varias ocasiones: en 1959, por el Ballet de París de Miskovitch; en 1960, por el American Ballet Theatre, y en 1990, por el Ballet Argentino de Julio Bocca.
El combate es una adaptación a la danza escénica de un episodio de Jerusalén liberada, un poema épico acerca de Las Cruzadas escrito por Torcuato Tasso, el poeta italiano del Renacimiento.
El argumento de este ballet en un acto ocurre en un campo de batalla. La historia comienza cuando cuatro cruzados con armaduras, guiados por Tancredo, realizan ejercicios militares, preparándose para la batalla. Entra Clorinda, una guerrera pagana, que reta a uno de sus enemigos. Ninguno de los cruzados se percata de que el oponente es una mujer. Con suma habilidad, Clorinda mata al combatiente cristiano; pero durante el duelo, el yelmo de la muchacha cae y deja libre su larga y negra cabellera, lo que revela su femenina belleza. El líder cristiano, Tancredo, impresionado por la joven, se quita su propio yelmo y se inclina ante ella. Colinda abandona la escena con altivez. Tancredo ejecuta una orgullosa danza que revela su indiscutible posición como Príncipe de los guerreros cristianos. Después de la salida de Tancredo, Clorinda aparece e interpreta una danza paralela a la de Tancredo, en la que muestra sus habilidades como guerrera.
Llegan los soldados cristianos y Clorinda se enfrenta a ellos, eludiendo los intentos de ponerla en una posición vulnerable. Por un momento, el ambiente del ballet cambia de una tensión marcial a un ansioso ruego. Los brazos extendidos de Clorinda simbolizan una suplica de alivio a su vida de combatiente. Sin embargo, reasume con violencia su postura guerrera.
Aparece Tancredo buscando enfrentarse a sus enemigos, y también llega Clorinda, que ha regresado al campo de batalla. Enfrascados en la lucha, ninguno reconoce al otro. Tancredo es herido, responde el golpe y hiere fatalmente a Clorinda. El activo guerrero, cuando se dispone a celebrar su victoria advierte que Clorinda se ha quitado el yelmo. Desolado, el Príncipe de los Guerreros reconoce en su oponente a la bella pagana y se despoja de su propio yelmo ante la muchacha herida. Tancredo sostiene a Clorinda y la acuna con amor, adolorido. La muchacha muere en los brazos del afligido joven. Pero como hombre de guerra, recuerda su deber en la batalla y se aleja solemnemente llevando el cuerpo de Clorinda, que ya significa para Tancredo el amor y la tragedia.